El equipo de fútbol del momento es una muestra refinada de coordinación de roles, de capacidades individuales pero sobre todo del carisma y liderazgo de su entrenador.
SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- El equipo de River Plate ha sido una máquina demoledora durante el último campeonato, tanto que se consagró campeón tres fechas antes de terminar el mismo. Pero ¿cuál es el secreto que permitió tal performance?
El de River es un caso claro de lo que puede el carisma y las condiciones de líder de su entrenador, Marcelo Gallardo. Para que esta condición se plasme en resultados positivos son necesarias algunas condiciones como ser: buena elección de colaboradores, un equipo con jugadores solventes y un carisma y autoridad que logre la marcha uniforme del equipo. Por supuesto, importante es también tener claro un objetivo: en este caso, Ganar.
Este mismo fenómeno analizado desde la política demuestra por qué razón los gobiernos son un desbande y una sucesión de fracasos, porque no se convoca a los mejores sino a los amigos, parientes, queridas y recomendados. Porque no hay equipo ni coordinador capacitado, pero sobre todo porque no hay líderes.
Los cargos ejecutivos son ocupados por personajes que llegan fruto de acuerdos y componendas de cúpulas avaladas por votos del pueblo que no sabe qué vota, a quién vota ni para qué vota.
El entrenador Marcelo Gallardo tuvo siempre un plan de acción y un objetivo claro, a diferencia de los gobiernos que carecen de plataformas políticas y por eso no aciertan a organizar ninguna política pública.
Porque una cosa es pensar en ganar y otra muy distinta sólo pensar en ganar dinero.
Un equipo como River Plate cobra altos honorarios pero tiene como objetivo último y principal “jugar para la gente”, agradar al que paga y hacerlo feliz. Aristóteles decía que el fin último del Estado es “hacer feliz al ciudadano”, este fin en la política no existe, sólo piensan en ser felices ellos.
Un equipo de fútbol tiene suplentes que generalmente vienen de las inferiores, son el recambio. En la política en cambio los suplentes son lo que ya estuvieron y nunca son los mejores. He allí la razón de la decadencia.
Mientras no aparezcan verdaderos líderes, conductores políticos, los ciudadanos continuaremos siendo “escribanos” que certificamos con el voto a los equipos que se arman en la oscuridad. Continuaremos sin destino porque no hay objetivos a ganar.
Por esta razón todos nos hemos ido al descenso.