La ristra de intendentes caídos en desgracia, sospechados, denunciados y destituidos –al menos salidos a la luz-, demuestra que un ciclo se ha terminado. La política de pospandemia exige nuevos liderazgos al riesgo de que esta continuidad decadente hunda a los pueblos en la postergación.
SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- No resulta auspicioso para una provincia que sus intendentes, el eslabón más importante entre el poder provincial y el vecino, terminen sus días paseando por los tribunales (porque ninguno llegará a una celda, esto es obvio). Quiere decir que el pacto social que entraña el sufragio ha sido violentado por la mala fe de estos intendentes que en Salta se han degradado convirtiendo a la “Cosa Pública” en una “Cosa Nostra”.
A los hechos hemos de remitirnos, este es un análisis objetivo, planteado sobre la experiencia empírica de ver cómo los intendentes –salvo las muy escasas excepciones- no sólo son mediocres en sus mandatos sino que ahora se van revelando también deshonestos.
La media cultural de los intendentes en Salta no supera un secundario cumplido. Tampoco se trata de ser académico para ser intendente, la graduación no otorga título de honesto ni de capaz, pero en un tiempo donde la dinámica social se mueve a velocidades 4.0, no podemos pensar que con intendentes que no leen ni siquiera los diarios los pueblos puedan aspirar a futuros inmediatos sostenibles ni mucho menos sustentables.
En los últimos dos años en Salta, los ciudadanos hemos asistido al bochornoso espectáculo del cruce de denuncias entre concejales e intendentes, a destituciones que duran horas, a imputaciones judiciales que ameritarían la separación inmediata del cargo pero que son desoídas. De hecho, intendentes hay que aún con la sentencia judicial en la mano ya sea en contra de ellos o de algún funcionario de sus gobiernos las desoyen con total impunidad.
Precisamente, porque impunidad es lo que sobra en el ambiente de estos dirigentes pueblerinos, a tal punto que desde el propio Foro de Intendentes se ha dicho con total desparpajo que “Nosotros ponemos a los diputados y senadores y no nos parece bien que ellos vengan a sacarnos”. Si esto no es una irreverencia y un desprecio a la República, ¿qué otra cosa podría serlo?
El Foro de Intendentes que debiera ser una Institución señera en materia de elevación de la calidad política de los intendentes se parece más bien a un aguantadero donde se guarda silencio ante hechos escandalosos como la reciente destitución del intendente de Salvador Mazza. ¿Para qué sirve este “Cuerpo” que ni siquiera en sus años de vida ha logrado proponer un ministro o un candidato potable? Cuando tímidamente intentó proponer un candidato a diputado nacional lo hizo designando a un intendente de Pichanal que tenía para entonces un abultado prontuario que el entonces presidente del Foro dijo públicamente “desconocer”. O sea, ¿proponían a ciegas a cualquiera?
Un hecho nada más prueba lo que decimos, no existe en los últimos tiempos en los medios periodísticos de Salta ninguna nota que resalte virtudes o logros importantes de un intendente. Por el contrario, las primeras planas –incluso nacionales- son ocupadas por los flagrantes delitos en que se ven envueltos.
El mal está en la permanencia
En Salta, los intendentes han violentado (entre otras cosas) el principio republicano de la alternancia: el que llega lo hace para quedarse cuanto más pueda. Es allí, en la permanencia estática que el equipo de funcionarios termina convirtiéndose en camarilla, en cáfila y la “Cosa Pública” se convierte en “Cosa Nostra”.
Aplaudimos la Reforma constitucional ordenada por el gobernador, Gustavo Sáenz, que viene a poner coto a esta situación limitando la permanencia en los cargos electivos a dos periodos como máximo.
Pero nada haremos con esto si el vecino no se sacude la modorra y abandona su espacio de confort y se compromete con su pueblo.
Porque esa permanencia inveterada de los intendentes en sus cargos es resultado de la ausencia de participación vecinal. Estos individuos elegidos por el voto popular al verse solos y con séquito privado alrededor se convirtieron en verdaderos reyezuelos imponiendo su voluntad a placer, incluso hasta con derecho de pernada… y de emperne.
Un tiempo nuevo, un Nuevo Orden
La pandemia terminó con la historia que hemos conocido y exige una re-evolución, es decir, un repensar todas las categorías para formar una nueva sociedad.
En este proceso adquieren la mayor importancia los concejos deliberantes que deben estar integrados por vecinos salidos de las Juntas de Participación Vecinal y no de la voluntad de los intendentes que no instruyen a concejales sino a cómplices que se ocupan de tapar desmanejos y obstruir los procedimientos aclaratorios.
Esta nueva etapa ya ha comenzado y somos no pocos los que estamos ya marchando en el camino de abrir espacio a la Participación Ciudadana.
Hay que militar este cambio, pero para que todo cambie.-