“Le van a pagar el Día de la Escarapela”, “Se va a casar el Día de la Escarapela”… eran expresiones que representaban un anhelo distante, indefinido y hasta poco probable. Sin embargo, la Escarapela significó siempre en la vida de los pueblos un instante preciso, firme y decidido: cuando los hombres decidían juntar algunas cintas de colores y formar una cucarda, significaba que había nacido una facción o un país. Hoy, se recuerda cuando aquella Argentina incipiente adquirió su primer rasgo de personalidad patriótica.
SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- La palabra Escarapela encuentra raíces muy antiguas, algunas indoeuropeas –skel- de “cortar” y más recientemente, del francés “escharpe”, que alude a una divisa en formar de moño o lazo para ornar una galera o un sombrero y que en la persona se utiliza sobre el lado izquierdo.
La memoria nos lleva a esos tiempos lejanos cuando las maestras nos pedían llevar papel crepé celeste y blanco, tijera de punta redonda, plasticola (vaya la antigüedad), y nos ponían a cortar franjas de papel, pegarlas prolijamente y ¡voila! Teníamos una Escarapela grandota para fijar con una chinche en el borde del pizarrón, el friso o en la puerta del aula. En esos días formaba parte del uniforme la Escarapela en el delantal.
Aparecían inmediatamente las láminas (más tarde pasarían a llamarse “posters”) del General Manuel Belgrano, otras mostrando un grupo de caballeros y damas del siglo XIX en expresión triunfante luciendo Escarapelas en sus atuendos y la clásica representación de French y Berutti, agitando en sus manos cintas con un cabildo de fondo.
Y allá íbamos todos engalanados, formados en el discurso de la maestra de que esas cintas nos unían, nos hermanaban y nos hacían iguales, etc., etc., pero ese discurso de años y años, como una “llovizna” fue impregnando el alma y llegamos a esta veneranda edad manteniendo ese espíritu patriótico que en Malvinas tuvo su prueba de fuego y convirtió a muchachos adolescentes en encarnados combatientes por la Patria.
Sin saberlo, habíamos heredado a través de nuestras maestras el espíritu de Manuel Belgrano que pidió oficializarla como símbolo patrio al Triunvirato en 1812 para que la usaran sus soldados y se diferenciaran del punzo de los enemigos. Sin saberlo, habíamos ido introyectando en el alma esas ideas fundacionales de Mayo de 1810, en aquellos gestos escolares que hoy nos parecen tan simples y así lejanos.
Poco hacemos con publicar en las Redes sociales un “sticker” (hasta el nombre es extranjero) con la Escarapela y alguna frase alusiva cuando a la muchachada prácticamente no le interesa. Ni siquiera tienen claro que Belgrano no fue “ese del caballo blanco que cruzó la Cordillera” o si “San Martín se levantaba todas las minas” –y ni siquiera las antipersonales-; son las tristes frases que escuchamos de boca de quienes están “terminando el secundario”.
Parecería una simpleza lindante en la inocencia más supina afirmar que estas cosas pasan porque en las aulas ya no se hace fabricar escarapelas a los alumnos, ya no se las exigen en el pecho. Aquella expresión de fray Honorato Pistoia, que siendo italiano nos gritaba: “¡Mañana el que no viene con la Escarapela, no entra!”, ya no se escucha. Porque ya ni cantan el Himno Nacional. Porque escuchan la Canción patria o la Marcha de Malvinas en los actos con las manos en los bolsillos, rumiando un chicle y con los auriculares puestos.
De hecho, el Himno Nacional ya no se canta, se murmura.
La Patria, su historia, sus grandes hombres, sus procesos políticos, nada, absolutamente nada se enseña ya. El país desde hace dos décadas ha formado habitantes no ciudadanos, parias en un mundo que cambió de rumbo y donde millones no saben qué destino tendrán porque no saben a qué país pertenecen.
Nuestra generación ya se desgrana, vamos volviendo a la tierra llevando en el alma impresas esas imágenes de niños, de adolescentes y de soldados improvisados que cambiamos un día la escarapela del delantal por la del casco de acero y el plumín de la clase de caligrafía por la bayoneta en la punta del FAL. Y pudimos hacerlo con fiero orgullo argentino porque alguna vez, esas maestras que daban la vida por su magisterio, nos dijeron cada año: “¡Anoten, para mañana tienen que traer, papel crepé celeste y blanco, tijera de punta redonda y plasticola”!
Somos la generación que piensa que este país se va a mejorar “El Día de la Escarapela”.-