Día del Periodista: Un libelo vil sobre el gobierno de los hijos de pauta

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Advertencia: El que sigue es un artículo extenso o tal vez un breve ensayo, agobiante para quienes no acostumbran a leer trabajos así, cuyo contenido no es apto para criterios elementales  y mediocres. Constituyen estas líneas una crítica severa al perverso sistema que busca disciplinar a las mentes y a las plumas mediante una inequitativa distribución de los dineros oficiales discriminando y “jibarizando” el derecho del ciudadano a informarse y “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. Un análisis del estado decadente en que han postrado a la prensa algunos aprendices de dictadorzuelos.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- El escritor, Albert Camus, sostuvo que “Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”. ¡Cuánto más mala puede llegar a ser entonces una prensa comprada o silenciada por una pauta publicitaria oficial! Porque se puede ser bueno o malo en un oficio, incluso caer en la mala praxis. Pero distorsionar u ocultar la verdad a sueldo es doloso.

 

Es muy difícil ser absolutamente libre en el oficio del periodismo, pero por lo menos debe intentarse.

“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.

El “Día del Periodista”, como es sabido, conmemora la salida a la calle de “La Gazeta de Buenos Ayres”, primer órgano de difusión de ideas de la Primera Junta de Gobierno e inspiración de Mariano Moreno, donde plasmaron sus ideas plumas del calibre de Manuel Belgrano y su primo, Juan José Castelli, entre otros notables.

 

En aquel periódico fundacional, Moreno sostenía que: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.”, una expresión que tiene su correlato con aquella frase que atraviesa toda nuestras historia y que aún no tiene respuesta: “El Pueblo quiere saber de qué se trata”. 

 

Hoy debemos decir, con énfasis de exigencia que: “El Pueblo DEBE saber de qué se trata”.

 

Porque  hoy el Pueblo todavía no conoce la conducta de sus gobernantes ni puede saber de qué se trata, porque la prensa mayoritariamente ha sido puesta a precio, en algunos casos, a precio vil. Tampoco transita el debate por el idealismo utópico, porque hallar a un periodista químicamente puro es casi imposible, todos tienen –TENEMOS- la tentación de orientar los escritos hacia algún lugar, ya sea por convicción, ya sea por oblación de la profesión subastada al mejor postor.

 

Es la prensa un terreno donde nadie puede tirar la primera piedra, pero sí, como Juan en el desierto, tenemos la obligación de proclamar la Libertad de espíritu y de razón para expresar las ideas. La República se construyó sobre mentes ilustres –e Ilustradas- que sellaron su destino al respeto irrestricto de la Libertad, inspirada en la “Carta de los Derechos del Hombre y del ciudadano”.

 

Un hombre que no puede escribir libremente y otros muchos que no pueden leer la verdad, no son ciudadanos sino meros habitantes de un territorio. Cuando esto último ocurre, no hay mandatario ni gobierno democrático sino feudo medieval y reyezuelo.

 

La objetividad de un escrito es prácticamente un imposible porque de alguna manera siempre la pluma se carga con pólvora y los trazos desfogan los ideales de quien la dispara en el eterno campo de la disputa de las ideas. Pero hete aquí precisamente el problema, porque en la actualidad ya no se discuten ideas en la prensa sino que se informa –si podemos llamarlo así- de manera anodina, “ligth” lo llamarían ahora, sobre supuestos actos de gobiernos. Cuando decimos “supuestos” es porque la noticia no refleja la realidad del acto sino simplemente el hecho fáctico del suceso. No se analiza el porqué, el para qué ni mucho menos se desmenuza el hecho político o económico que pudiera esconderse tras la foto y un titular manso. O amansado.

 

Aquel Mariano Moreno es el ejemplo de lo que decimos, pues su prensa era intencionadamente política, subversiva acaso y conspirativa, ya que tendía a socavar las bases del sistema virreinal para instalar en las mentes las virtudes del proceso revolucionario y jacobino: “Las ideas de la Revolución deben caer como una llovizna sobre Buenos Ayres a través de la prensa”, afirmaba. ¡Y tenía razón!

 

La tenía porque hay dos maneras de domesticar y someter la mente de los ciudadanos. Haciéndoles lloviznar ideas en un sentido, o bien, privándolos de ellas. En la actualidad es muy raro, al menos en el caso de Salta, hallar un medio de prensa que “haga lloviznar ideas”. Desde el Medio decano, fundado por ese felino del periodismo y la empresa que fue Roberto Romero, hasta los surgidos últimamente a imperio de la pauta publicitaria ninguno trasiega ideas, simplemente porque no las tienen o porque han nacido antes como “máquinas de fabricar billetes” para sus propietarios que cumplir aquello de Sócrates cuando dijera que: “He sido puesto sobre la ciudad por los dioses como el tábano sobre el caballo, para picarlo y mantenerle despierto”.

 

En Salta ya no se construye política ni sociedad desde los medios de prensa. No se piensa ciudad ni municipio. Sólo se distribuyes notas. Algunas veces “notejas”, incluso.

 

Diremos más, según el decir de algunas lenguas viperinas e insidiosas –y por ello de dudosa credibilidad- hasta se compartirían algunas monedas con los benefactores estatales de turno, de donde entonces el Estado ya no sería un fomentador de medios de prensa sino un “socio encubierto”. Tendemos a creer en la decencia de los funcionarios y los dueños de medios (que es MUY distinto a ser periodistas) y denunciamos en todo caso estas afirmaciones de supuesta connivencia como una intriga desestabilizadora, diciendo: ¡Reos sean aquellos que echan tales maledicencias si acaso fueran mendaces afirmaciones!

 

Luego, si a pesar de nuestra forzada confianza en “Le mani pulite” en estos casos, nadie espere de esos medios la más mínima disputa de ideas, críticas o ni siquiera la oposición de alternativas a las decisiones oficiales porque estas categorías no se contemplan en “contratos” de esta índole.

 

Y de no haber tales “contratos”, tampoco esperen a esas ideas porque el uso del diccionario ha desaparecido consagrando al vituperio, a la expresión soez y a la algarabía del “todes manoseades” en detrimento del excelso lenguaje del Cervantes.

 

Así, el concepto de pauta publicitaria oficial que por definición “Es el dinero que el Estado les paga a los medios masivos de comunicación para que el Gobierno comunique medidas o información que consideren importante o de interés público.”, se ha convertido en una herramienta de dominación de la prensa y de conculcación del legítimo interés del ciudadano a estar informado de los “actos de gobierno”, según expresa el texto constitucional.

 

Podrá decirse que efectivamente sí se informan estos “actos de gobierno”, pero no se echa ni someramente juicio sobre los mismos, algunos de los cuales constituyen verdaderos dislates o despropósitos, cuando no emanan un tufillo a negociado. De comentar esas posibles “fallas de procedimiento” se encargan las Redes sociales, que obviamente carecen del respeto y el respaldo que un sello editorial o periodístico proporcionan a un debate. ¡Ni que decir de la autoridad de una firma bruñida en el terreno del valor personal y la disputa de argumentos!

 

La Patria argentina se formó a partir del periodismo. Antes que Mariano Moreno, ya Manuel Belgrano había tentado esta estrategia con la publicación de “El Telégrafo Mercantil” cuyas páginas fueron escuela y tribuna, un espacio de expresión para los jóvenes ilustrados de la época, pero que también daban lugar a la poesía, a las notas de color, a la información general y la que importaba al comercio de los territorios del virreinato.

 

Hoy, los medios de prensa locales ya no son escuela ni mucho menos tribuna, y si lo son, resultan tribunas oficialistas. Hallar “jóvenes ilustrados” es una tarea compleja porque la excelencia en el cultivo del idioma y en el arte de la expresión son materias en agonía cuando no fallecidas. La prensa ha perdido vigor.

 

Los “Suplementos de Cultura” son una rara avis, por ejemplo.

 

Las plumas más ilustres combatieron a Juan Manuel de Rosas al precio del exilio, diagramaron las bases de la Constitución Nacional, expresaron en artículos las que luego serían las primeras leyes. Desde los diarios, Bartolomé Mitre y los Alsina debatieron el modelo de país que pretendían. Más adelante batieron al “Régimen falaz y descreído” y se dieron vuelta para derribar al que habían puesto… y así podría continuarse, pero esos tiempos ya son historia.

 

Hoy se compra y se vende sólo nudas notas, algunas, pseudoperiodísticas.

 

Conclusiones generales

 

La última década, según las estadísticas, ha visto el crecimiento desmesurado de las pautas publicitarias, tanto en el gobierno nacional,  los gobiernos provinciales y los municipios (Cfr. “De qué hablamos cuando hablamos de pauta oficial” en www.poderciudadano.com).

 

Porque la pauta publicitaria se ha convertido en una herramienta proselitista y no una manera de fomentar la libertad de expresión ni formar opinión pública. La pauta hoy fomenta la opinión publicada, nada más.

 

Así, la comunicación y el periodismo han perdido su carácter democrático porque la necesidad obliga a muchos periodistas de buena intención y aprendices del oficio a mantener silencio a cambio del mendrugo que un déspota sin oficio ni beneficio les otorga. Porque ocurre que generalmente se nombra en el cargo de distribuidor de pauta oficial a personajes mediocres, arribistas de oportunidad,  que con su soberbia envilecen a la profesión y pretenden que la población termine rebuznando antes que pensando.

 

No existe el gobierno que sea tan verdaderamente democrático como para llegar al extremo de aguantar la crítica equilibrada de un medio de prensa sin considerarlo inmediatamente como opositor, cuando opinión no es oposición.

 

Los gobiernos temen a la prensa libre ¿Será porque tienen algo que esconder?

 

Se pierde, decimos, la condición democrática de la pauta publicitaria cuando se discrimina entre quienes escriben sólo a favor del gobierno de turno, son afiliados al partido gobernante o “arman” algún “medio” de prensa que sólo practica el “cute and paste” para repartir algún dinero espurio, toda una maquinaria puesta al servicio del pensamiento falsario y farisaico a fin de adormecer al ciudadano que paradójicamente es el que sufraga este atentado a su derecho constitucional de “estar correctamente informado”, según el Artículo 14 de la Constitución Nacional.

 

Otro derecho constitucional que el periodismo rentado por la pauta oficial conculca es aquel de “publicar las ideas por la prensa sin censura previa”. ¿Existe en Salta un medio de aquellos consolidados que le publique un artículo a un ciudadano que desea expresarse contra el gobierno de turno? ¿O acaso no existen funcionarios o “asesoretes” que llaman a los medios de comunicación para exigir que se baje tal o cual nota? La respuesta es del lector.

 

Comunicar y rendir cuentas está en la médula de los gobiernos republicanos, sin embargo, leemos que sólo “En dos de las 24 provincias una ley regula la distribución de publicidad oficial y en ocho, un decreto.” Y que “Solamente la Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe hicieron público el listado de medios en los que pautó el Estado en 2018. En ningún caso se precisa la razón social y la campaña de la que forman parte.” Por fin, “En el resto de las provincias, no hay información disponible.” Es un clásico el que se pidan informes desde entes privados o aún desde las Cámaras legislativas –cuando alguno tiene el valor de hacerlo- y que se respondan en tiempo, forma y veracidad esa información.

 

En suma, ¿Qué celebrar en el “Día del Periodismo” cuando se está cada vez más cerca de extenderle un acta de defunción?  Porque se “gobierna” desde y con la pauta oficial a través de una distribución discrecional, con el saldo de inequidad y de peligro para la libertad de expresión.

 

En el año 2007, la Corte Suprema de Justicia de la Nación en una causa sobre el diario de Río Negro instauró dos principios: “Que el Estado no puede manipular la publicidad, dándola y retirándola a algunos medios sobre la base de criterios discriminatorios” y segundo, “Que tampoco puede utilizar la publicidad como un modo indirecto de afectar la libertad de expresión.” Desde hace más de una década no vemos que en Salta,  al menos en la pauta oficial del Ejecutivo, se respete ninguno de estos dos veredictos.

 

En el fondo, todo esto sucede porque suele ser una costumbre el nombrar como distribuidor de pauta oficial siempre a un sujeto o sujeta –para ser inclusivos- que no proviene del terreno del periodismo sino de la política, de la empresa o del acomodo; generalmente un ágrafo o inepto para escribir siquiera una esquela o una lista de mandado de almacén. Alguien que no tiene las manos manchadas con tinta ni los pulmones cargados de plomo de las linotipos, valga la antigüedad para la metáfora.

 

Los gobiernos sí nombran a un periodista en la Secretaría de Prensa sólo para que firme lo que “el otro” que de periodismo y de libertad de prensa sabe lo mismo que un gorila de tejer un suéter, le diga que firme. De esa manera la censura encubierta, la persecución ideológica, la discriminación “ad hominem”, la malversación de la idea y hasta el mercado de “atenciones” quedan garantizados.

 

Hoy, Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Esteban Echeverría, el mismo Justo José de Urquiza que entendió la importancia del periodismo por eso llevaba en sus campañas a un periodista –José Penutti- y una imprenta volante, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, José Hernández, y seguiríamos una zaga interminable, han quedado fuera de escenario, porque ya no hay que hablar de revoluciones. Hoy hay que hablar de RE-EVOLUCIÓN.

 

Así como el periodismo fue el “Prólogo de la Patria”, hoy debiera constituir la piedra basal de una nueva sociedad pospandémica, pero eso sólo será posible en base a la discusión de ideas, de modelos y de alternativas, algo imposible en el estado de postración en que los tiranos de la pauta publicitaria han dejado al periodismo puro.

 

En el Nuevo Tiempo que está en ciernes, Saludamos con fraterno sentimiento a todos esos que sienten bullir en sus almas la pasión por transformar una página en blanco en un campo de tiro y que en lugar de tinta, cargan sus plumas con pólvora negra, diciendo con Sarmiento aquellas palabras suyas en “Facundo”: “A los combatientes de la Libertad, arma alguna nos es dado llevar, sólo la Prensa Libre… ¡La Prensa Libre!”

 

No se puede ser objetivo cuando se persigue la libertad de la razón y la elevación del criterio popular, que sí, es el objetivo.

 

No pidan objetividad, porque responderemos parafraseando a Emil Ciorán cuando dice de un libro, que “Un artículo debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un escrito debe ser un peligro.”

 

A ellos, ¡Feliz Día del Periodista!

 

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